TEMA 8.- El siglo XVIII: los primeros Borbones.

1.-  La Guerra de Sucesión y el sistema de Utrecht

En su testamento, Carlos II dejaba los reinos españoles a Felipe, duque de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y de Felipe IV de España.

No obstante, existía otro candidato al trono español, el archiduque Carlos de Habsburgo, hijo del emperador de Alemania y nieto de Felipe IV. La mayor parte de las potencias europeas recelaban del hecho de que los Borbones ocuparan los tronos de Francia y España, una circunstancia que permitiría la presencia comercial y militar francesa en las Indias, lo cual constituía una amenaza para los intereses holandeses e ingleses en este campo. Por ello, varios países de Europa habían intentado negociar con Luis XIV, aunque sin éxito, el reparto de las posesiones españolas.

Felipe de Anjou llegó a Madrid para tomar posesión del trono con el nombre de Felipe V (1701); la reacción de los Habsburgo, las Provincias Unidas e Inglaterra fue constituir una Gran Alianza antiborbónica a la que se unieron Portugal, Prusia (en el norte de Alemania) y el ducado de Saboya (en el norte de Italia). El enfrentamiento de ambos bandos dio inicio a la Guerra de Sucesión de España (1701-1715).

La guerra tuvo varios escenarios:

- Las fronteras de Francia, incluidos los territorios españoles de Milán y Flandes, que fueron defendidos por tropas francesas.

- Las posesiones francoespañolas de ultramar, en las que combatieron los ingleses.

- La península ibérica, donde desembarcó en 1704 el pretendiente al trono español, Carlos de Habsburgo.

La liga antiborbónica disponía de una flota superior, y la Armada inglesa estableció bases navales en Gibraltar (1704) y Menorca (1708). Además, en 1705 recibió, dentro de España, el apoyo de Valencia, donde había estallado una rebelión social antiseñorial. Desde allí, los coligados ocuparon Cataluña, que también les prestó apoyo, Aragón y Mallorca. A partir de ese momento, Carlos de Habsburgo contó con partidarios en España, y la guerra, que había comenzado siendo un conflicto internacional, se convirtió en una guerra civil. Castilla se alineó con Felipe V, mientras que los reinos orientales apoyaron a Carlos de Habsburgo.

Carlos de Habsburgo llegó a ocupar Madrid en dos ocasiones, pero chocó con la hostilidad de las clases populares hacia su persona y sus tropas. Por este motivo convirtió a Barcelona en su centro de operaciones dentro de la península ibérica.

Dentro de la península, las tropas de Felipe V contraatacaron y derrotaron a la Gran Alianza en Almansa (Albacete, 1707), invadiendo a continuación el reino de Valencia y la mayor parte de la Corona de Aragón, tras las cuales solo Cataluña y Baleares quedaron fuera del control de Felipe V.

En 1711 ocurrió un acontecimiento decisivo: murió sin descendencia el emperador de Alemania, hermano de Carlos de Habsburgo, quien se vio obli­gado a asumir el trono imperial con el nombre de Carlos VI. Esta circunstan­cia condujo a las negociaciones de paz: por un lado, los países componentes de la Gran Alianza no estaban dispuestos a que los Habsburgo dominasen gran parte de Europa; por otro, Felipe V renunció al trono francés.

Ambos bandos firmaron la Paz de Utrecht, constituida por los tratados de Utrecht (1713) y Rastatt (1714). Los aliados, final­mente, abandonaron Cataluña y las Baleares, que se negaron a aceptar a Felipe V y siguieron la guerra por su cuenta. Barcelona cayó tras un duro asedio (1714), y las islas de Mallorca e Ibiza lo hicieron en 1715.

El final de la Guerra de Sucesión española tuvo varias consecuencias de orden internacional:

- El triunfo del Reino Unido, que se consolidó como una potencia naval y comercial. Se apoderó de Gibraltar y Menorca y obtuvo concesiones en el comercio con las Indias (el navio de permiso y el asiento de negros).

- La consolidación de los Habsburgo de Austria, que controlaron el Imperio alemán y ocuparon Flandes, Nápoles, Sicilia y parte del Milanesado.

- La adquisición por Portugal de Colonia del Sacramento (Uruguay).

- Ante estas pérdidas, la corona española intentó recuperar sus dominios, espe­cialmente en el Mediterráneo y en las Indias. Para ello buscó el apoyo de los Borbolles franceses.

 

2.- El cambio de dinastía y las reformas internas

 

2.1. La nueva dinastía y sus ministros

Desde la perspectiva de la política interna española, la Guerra de Sucesión supuso el fortalecimiento de la monarquía absoluta.

La nueva dinastía reinante en España era francesa, así como los miembros del Gobierno que asesoraron a Felipe V durante la guerra y que posteriormente fueron designados por el propio Luis XIV para aconsejar y controlar a la vez a su nieto. Como consecuencia, en España se impuso el modelo del absolutismo francés.

Felipe V (1700-1746) carecía de cualidades para desempeñar su función. Su carácter inestable le llevó a abdicar (1724) en su hijo, Luis I, que apenas reinó unos meses, y a recuperar de nuevo el trono.

Durante el reinado de Felipe V, ejercieron el poder validos como el cardenal Alberoni (italiano) o el barón de Ripperdá (holandés), Melchor de Macanaz y José Patiño. Fernando VI (1746-1759) tampoco intervino en el gobierno, teniendo como validos a José de Carvajal y, sobre todo, Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada.

Las reformas promovidas por estos políticos tuvieron como finalidad con­solidar el poder absoluto de la monarquía. Para ello impulsaron la reforma del Gobierno y la Administración, el control sobre la Iglesia y la intervención del Estado en la economía.

 

2.2. La reforma del Gobierno y la Administración

El objetivo era, siguiendo el modelo absolutista francés, la centralización y la uniformidad.

La centralización implicaba que las medidas de gobierno debían proceder del rey y de sus ministros, mientras que la uniformidad suponía que dichas medidas debían aplicarse a todos los subditos por igual.

 

A.- Creación de una nueva Administración central

El sistema de consejos fue relegado, pero no suprimido. El Consejo de Castilla pasó a serlo de todo el reino, convirtiéndose en el más importante.

Los secretarios se convirtieron en técnicos dotados de gran poder de decisión en un ámbito determinado (antecedente del ministro). Las cinco secretarías principales durante el siglo XVIII fueron la de Estado, de Guerra, de Marina e Indias, de Gracia y Justicia, y de Hacienda.

 

B.- La supresión de los privilegios de los reinos orientales

Durante la Guerra de Sucesión, los reinos orientales se habían rebelado contra Felipe V, por lo que este ordenó la supresión de sus instituciones y pri­vilegios. Se aplicaron para ello los Decretos de Nueva Planta en el reino de Valencia y casi toda la Corona de Aragón (1707), el reino de Mallorca (1715) y Cataluña (1716).

Estos decretos suprimían los fueros, las Cortes y sus diputaciones, incluida la Generalitat, los tradicionales concejos municipales, el cargo de Justicia Mayor, el sistema fiscal y monetario propio de cada reino y el Consejo de Aragón. En su lugar se imponían, en líneas generales, las leyes, institu­ciones y cargos de Castilla: los corregidores, los regidores municipales (en Barcelona, elegidos directamente por el monarca) y las audiencias, organizadas a la manera castellana.

Los virreyes fueron suprimidos, y la lengua catalana fue recluida a la esfera privada. Como contrapartida, se prometía el acceso de todos los súbditos de la corona a los cargos públicos. Además, se suprimieron las aduanas y puertos secosque obstaculizaban y encarecían el comercio interior, creando de un mercado de ámbito nacional.

Pese a todo, la igualdad entre los reinos no fue total. Los orientales con­servaron buena parte de su derecho civil y costumbres locales; después de varios intentos, se renunció a imponerles el sistema fiscal castellano y se esta­bleció un impuesto único. El reclutamiento de tropas en estos reinos no pudo llevarse a cabo ante la oposición popular. Por su parte, el País Vasco y Navarra conservaron sus fueros y sus aduanas (establecidas a la altura del río Ebro). Navarra mantuvo, además, sus Cortes y su virrey.

 

C.- El diseño de una nueva Administración territorial

Se crearon nuevas figuras políticas y administrativas como representantes de la autoridad real en los territorios alejados de Madrid: los intendentes y los capitanes generales.

Los intendentes con­trolaban una circunscripción de tamaño medio en cuya capital debían residir. Tenían poderes administrativos, fiscales y judiciales y, en algunos casos, incluso militares (intendentes del ejército o de guerra). Eran nombrados por el secretario de Estado. Las intendencias son antecedentes de las provincias.

Los corregidores, nombrados por el Consejo de Castilla, siguieron existiendo en las ciudades en las que no había intendente, si bien acabaron ejerciendo tareas policiales y judiciales.

Los capitanes generales, por su parte, estaban en las áreas más delicadas desde el punto de vista defensivo; en los reinos orientales reemplazaron a los virreyes. Tenían funciones militares y judiciales, pues generalmente presidían la Audiencia territorial.

 

D.- El sometimiento de las Cortes

Durante el siglo XVIII se establecieron unas Cortes únicas que reunieron a representantes (procuradores) de todos los territorios de España con la excep­ción de Navarra: había dos procuradores por cada una de las 36 ciudades con derecho a representación. Tras la Guerra de Sucesión, solo se convocaron Cortes en tres ocasiones (1724, 1760 y 1789) con motivo de la jura del here­dero al trono.

 

E.- Las reformas en el Ejército y la Armada

Los Borbones suprimieron los tercios, que fueron sustituidos por una nueva unidad de combate, el regimiento (1704).

El objetivo era crear un ejército permanente para la defensa de España; para ello se recurrió al reclutamiento triple: por una parte, voluntarios (especialmente extranjeros); por otra, levas obligatorias de vagos y malean­tes; y, por último, la quinta o quintas, un reemplazo de varones no exentos, procedentes de cada pueblo, que suponían una quinta parte del ejército. Se creó, así mismo, una nutrida Guardia Real, formada por soldados españoles y flamencos. La aristocracia siguió monopolizando los cargos de oficiales.

Era imprescindible para la monarquía contar igualmente con una Armada poderosa para la defensa de la ruta hacia las Indias y de los intereses españo­les en el Mediterráneo. Patiño y Ensenada crearon los tres grandes astilleros españoles: El Ferrol, Cartagena y Cádiz.

Durante el reinado de Carlos III se crearon academias para formar a la oficialidad.

 

2.3. El control sobre la Iglesia.

Los Borbones aplicaron en España el regalismo (nombramiento de los altos cargos de la iglesia por la Corona).La culminación del regalismo en España la constituyó la firma de un con­venio o concordato con la Santa Sede (1753).

Es importante el Decreto de Expulsión de los jesuitas en 1767, que significó una merma de la influencia eclesiástica en el ámbito de la enseñanza en Universidades y Colegios Mayores, de donde salían las personas destinadas a ocupar puestos claves en los Consejos Reales.

 

2.4. La intervención del Estado en la economía

El pensamiento económico fue el mercantilismo, doctrina que plantea que la riqueza es limitada y que un país es más rico cuanta mayor cantidad de metales preciosos atesore, para lo que se debe fomentar la industria, la agricultura y, sobre todo, el comercio. El objetivo era la mejora del bienestar de sus subditos y el incremento de recursos, especial­mente fiscales.

Los gastos más importantes eran los militares, la burocracia y el mantenimiento de la corte (construcción o reforma de los palacios de Madrid, Aranjuez y La Granja de San Ildefonso (Segovia))

Para incrementar sus finanzas, los gobiernos de los Borbones llevaron a cabo reformas fiscales, crearon manufacturas estatales y promovieron la cons­trucción de obras públicas.

 

A.- Reformas fiscales

Se adoptaron medidas para solucionar el problema del déficit estatal. Se rebajó el interés que debía pagarse por los juros, los cuales apenas volvie­ron a emplearse. Además del impuesto único establecido en los reinos orientales, Ensenada intentó crear una única contribución sobre la renta y para todos los estamentos en Castilla. Para ello se elaboró un censo, conocido como el Catastro de Ensenada, de los recursos y riquezas existentes en Castilla. La oposición de los privilegiados y la caída en desgracia de Ensenada impidió el desarrollo del catastro.

Otro proyecto de Ensenada, la recuperación para el Estado de los impuestos arrendados a particulares (decreto de 1749), proporcionó nota­bles ingresos a la hacienda estatal.

 

B.- Creación de manufacturas estatales

También llamadas reales fábricas, eran grandes talleres exentos de impuestos y de derechos de aduana. Pretendían constituir un modelo de negocio rentable, cuyos productos pudieran exportarse, y que fuera imitado por la iniciativa privada. En estas fábricas se elaboraban artículos de lujo destinados al rey y a la corte.

 

C.- Construcción de obras públicas

Ensenada quería fomentar el comercio y la industria, mejorando los transportes y la comu­nicación de la periferia con el interior de Castilla. Inició, así, 1a construcción del Canal de Castilla, en la Meseta norte, para el transporte fluvial y el regadío; la carretera de Guadarrama, a través del Sistema Central; y el camino de Reinosa, paso de Castilla hacía la costa cantábrica.

 

3.- Carlos III y la práctica del reformismo ilustrado

 

3.1. Los límites del reformismo: el motín de Esquilache

Carlos III (1759-1788) sucede a su hermano Fernando VI. Venía de Nápoles, donde reinaba desde 1739. Impulsó políticas reformistas, rodeándose de un equipo de políticos que eran conscientes de los problemas económicos y sociales y no estaban vinculados a los grupos privilegiados (son secretarios, que en esta época comenzaron a llamarse ministros, como el marqués de Esquilache, en Hacienda y Guerra, y el marqués de Grimaldi, en la Secretaría de Estado, o Campomanes y Floridablanca).

El reinado de Carlos III supuso la instauración en España del despotismo ilustrado. Este era racional y antitradicionalista (pretendían realizar reformas económicas, sociales y culturales), es decir, ilustrado, por un lado, e inmovilista, por otro, ya que no pretendía cambiar la estructura jerárquica de la sociedad ni alterar el sistema político absolutista. Utiliza el poder absoluto de los reyes para llevar a cabo reformas ilustradas.

En el exterior se embarcó en varios conflictos armados contra el Reino Unido. Estos enfrentamientos originaron enormes gastos; la falta de recursos afectó a la puesta en marcha de muchas reformas y endeudó a la Hacienda estatal.

Durante los primeros años del reinado de Carlos III, los privilegiados y el pue­blo, percibían las reformas como medidas de importación que alteraban costumbres tradicionales de la sociedad española. Cualquier medida impopular implicaba un gran riesgo para el Gobierno, como sucedió con el incremento de los impuestos y del precio del trigo (y, por tanto, del pan), debido a los gastos de laguerra con el Reino Unido. En marzo de 1766 estalló una revuelta popular en Madrid, conocida como motín de Esquilache, seguramente instigada por los privilegiados contrarios a las reformas.

La excusa que desencadenó el motín fue un decreto de la policía urbana de Madrid en el que se exigía el abandono de las capas largas y los sombreros gachos o incli­nados. La norma iba dirigida a reducir la criminalidad y formaba parte de un conjunto de actuaciones de renovación urbana (limpieza de calles, alumbrado público nocturno, alcantarillado) que también eran rechazadas. El pueblo madrileño asaltó las casas de Esquilache y Grimaldi y se enfrentó a la Guardia Real.

Carlos III apaciguó la revuelta prometiendo al pueblo que el ministro ita­liano sería destituido y sus medidas anuladas. Garantizó, así mismo, la rebaja de los precios de los comestibles y la supresión de la Guardia Real.

No obstante, el motín se extendió por muchas localidades. Las sublevaciones fueron motines de subsistencia  que exigían el reparto gratuito de harina; en algunas zonas de Valencia llegó a convertirse en una revuelta antiseñorial.

Consecuencias del motín de Esquilache fueron:

- El rey anuló las promesas que había hecho a los amotinados y solo cesó a Esquilache; además, llevó a cabo una dura represión y mantuvo la política de reformas.

Los principales beneficiados por el motín fueron Campomanes y Floridablanca. Este último desempeñó un cargo similar al de primer ministro (1777- 1792), desde el que creó la Junta Suprema de Estado (1787), precedente del Consejo de ministros, en la que se reunían todos los secretarios coordinados por él.

- Fueron instituidos en los ayuntamientos tres nuevos cargos elegidos por los ciudadanos para que los protegieran y velaran por sus intereses: el procu­rador síndico personero, que haría de portavoz de los vecinos; el diputado del común, que vigilaría los abastos (el aprovisionamiento de víveres), y los alcaldes de barrio, que velarían por el cumplimiento de las ordenanzas.

- Se mantuvo la política regalista iniciada por Esquilache. Los jesuitas fueron las principales víctimas del motín, ya que fueron expulsados del reino en 1767. Se limitó la actuación de la Inquisición.

 

3.2. Las reformas económicas y sociales

El aspecto más característico del reinado de Carlos III fue el intento de solucionar algunas cuestiones económicas y sociales.

Durante el siglo XVIII se registró un continuo crecimiento demográfico; en algunas áreas, como Valencia y Cataluña, el incremento de la población fue espectacular y estuvo acompañado de una expansión agrícola en la que se explotaron nuevas tierras.

No existía, sin embargo, un mercado interno relevante que pudiera absor­ber gran cantidad de mercancías industriales. A excepción de Cataluña, que exportaba tejidos de algodón a las Indias, ninguna región española contaba con una industria importante.

Durante el reinado de Carlos III, el impulso de la agricultura fue prioritario, ya que desde ella se pretendía potenciar toda la economía del país.

Se planteó la necesidad de emprender una reforma agraria en España. Así lo planteó el Tratado de la regalía de amortización (1765), de Campomanes, y el Informe sobre la Ley Agraria (1794-1795), de Gaspar Melchor de Jovellanos. Estos planes señalaban un triple objetivo:

- Aumentar la producción agraria y lograr un mercado libre de trabas (precios intervenidos, peajes...) que incrementara los beneficios de los agricultores.

- Fomentar la estabilidad social, creando un sector de propietarios rurales que trabajaran para aumentar los beneficios.

- Elevar los ingresos del Estado procedentes de la agricultura, estable­ciendo una contribución sobre la renta agraria.

Para conseguir estos objetivos, se propusieron varias medidas:

 

a- La modificación de la estructura de la propiedad

Los ilustrados pensaban que las tierras vinculadas a señoríos y mayorazgos o en manos de la Iglesia debían ser objeto de compraventa. Sin embargo, no se adoptó ninguna decisión al respecto, y la propiedad agraria permaneció inalterada. Solo se hicieron repartos de las tierras que pertenecían a los concejos y estaban sin cultivar, que acabaron en manos de las oligarquías locales (los campesinos carecían de capital para explotarlas).

 

b.- El libre comercio de cereales

Hasta 1765, el Estado controlaba los precios de estos productos mediante tasas. La liberalización del mercado provocó fuertes subidas de precios, que estuvieron en la raíz de los motines de 1766. Como esta medida no iba acom­pañada de cambios en la propiedad, los campesinos no se beneficiaban y solo lo hacían los propietarios: la nobleza y el clero; en 1804 la libertad de precios fue suprimida.

 

c.- La limitación de los intereses ganaderos de la Mesta

El Honrado Concejo de la Mesta se vio afectado por las medidas liberalizadoras, ya que, al incrementarse el precio del cereal, los propietarios prefirie­ron invertir en cultivos y no en ganado.

 

d.- La colonización de nuevas tierras

En 1767, bajo la supervisión de Pablo de Olavide, se puso en marcha un plan para colonizar comarcas de Sierra Morena deshabitadas e infestadas de bandoleros. Para ello se emplearon españoles, e inmigrantes católicos alemanes y flamencos a los que el Estado les proporcionaba gratui­tamente casa, mobiliario, herramientas, ganado y semillas. La colonización dio lugar a las llamadas nuevas poblaciones (La Carolina, Santa Elena, Guarromán, en Jaén, entre otras) y resultó un éxito: diez años después ya había más de 10000campesinos en las zonas repobladas.

 

e.- La construcción de obras públicas

Estaban encaminadas a mejorar las infraestructuras de transporte y regadío. Se prosiguió la construcción del Canal de Castilla y se inició la del Canal Imperial de Aragón; ambas fueron finalizadas en el siglo XIX. Además, se diseñó un plan radial de carreteras procedentes de Madrid, de las que se construyeron más de 1000 km. así como una red de posadas del rey y más de 700 puentes.

 

f.- La financiación de la deuda pública

Para solucionar los problemas finacieros se creó el Banco Nacional de San Carlos (1782). Su función era financiar la deuda del Estado gestionando los lla­mados  vales   reales,   títulos  de  deuda pública por los que se pagaba un interés a quien los adquiría; además, podían em­plearse como papel moneda.

 

4  La política exterior en el siglo XVIII

El objetivo fundamental de la política exterior de los primeros Borbones fue recuperar los territorios perdidos en la Paz de Utrecht tanto en el Medi­terráneo como en el Atlántico. Para lograr este fin, España debía enfrentarse inevitablemente con el poder marítimo y comercial del Reino Unido; por ello se hizo necesario reforzar la flota naval y buscar aliados. De estos, a lo largo del siglo XVIII el principal fue Francia, país con el que los reyes espa­ñoles tenían vínculos dinásticos. A los franceses les favorecía esta alianza porque tenían intereses en las Indias.

Los primeros intentos de romper los acuerdos de Utrecht comenzaron ya durante el reinado de Felipe V, impulsados por las ambiciones dinásticas de su segunda mujer, Isabel de Farnesio. Esta deseaba que Carlos, el hijo de ambos (futuro Carlos III), gobernara un reino en Italia; este deseo fue el objetivo principal de la política exterior española en Europa hasta 1748 y, para lograrlo, se recurrió a diferentes medios.

 

a.- Expediciones en solitario

De una forma aventurera, sin aliados, España envió una expedición militar (1717-1724) que invadió Cerdeña y Sicilia. Las potencias europeas, alarmadas, formaron una Cuádruple Alianza en la que se integraron el empe­rador alemán, el Reino Unido, Francia y Saboya. La operación resultó un desastre, y España se vio obligada a firmar la paz sin obtener nada a cambio (Convenio del Pardo, 1728).

 

b.- Acuerdos y alianzas

Primero se intentó un acercamiento, sin resultados, a los Habsburgo. A continuación se llegó a un acuerdo con el Reino Unido y Francia por el que en 1731 se obtuvo el ducado de Parma (Italia) para Carlos. Con los Borbones franceses se suscribió el Primer Pacto de Familia (1733), en virtud del cual España ayudó a Francia, que intervenía en la Guerra de Sucesión de Polonia contra el emperador de Ale­mania, a cambio de Sicilia y Nápoles. Carlos fue proclamado rey de las Dos Sicilias (1735) y abandonó Parma.

En 1743 se firmó el Segundo Pacto de Familia; en esta ocasión, España ayudó a Francia en la Guerra de Sucesión de Austria contra el emperador ale­mán y el Reino Unido. La contrapartida fue de nuevo el ducado de Parma (1748), esta vez para Felipe, el segundo hijo de Isabel de Farnesio y Felipe V.

Isabel de Farnesio fue apartada del poder durante el reinado de Fernando VI, quien mantuvo una política de neutralidad.

Carlos III emprendió dos nuevas guerras, ambas contra el Reino Unido, que perseguían un doble objetivo: detener el avance británico en el continente americano y recuperar Menorca y Gibraltar. Estos enfrentamientos, en los que España contó con el apoyo de Francia, fueron:

- La Guerra de los Siete Años (1756-1763). El Tercer Pacto de Familia (1761) obligó a España a apoyar a Francia frente al Reino Unido y su aliada, Portugal. Se intentó frenar la expansión británica en América del Norte; sin embargo, se llegó al conflicto de forma tardía y sin recursos navales adecuados. El resultado fue un desastre: La Habana (Cuba) y Ma­nila (Filipinas) cayeron en manos de los británicos, aunque en el Tratado de París (1763) ambas ciudades fueron intercambiadas por Florida, que fue entregada al Reino Unido. Francia (que perdió sus posesiones en la India y Canadá) compensó a España con la Luisiana.

- La Guerra de Independencia de las trece colonias británicas en Norte­américa (1775-1783). Francia y España apoyaron a los colonos de América del Norte que se rebelaron contra el Reino Unido. España entró directamente en el conflicto (1779) y recuperó, en la Paz de Versalles (1783), Florida y Menorca. También obtuvo Ciudad del Sacramento (Uruguay). Se intentó recuperar, sin éxito, Gibraltar. Las colonias norteamericanas consiguieron su independencia y fundaron una nueva nación: los Estados Unidos de América.

 

5 La nueva política colonial en América

En las Indias, la política absolutista estuvo encaminada a reforzar las estructuras estatales para convertir a las colonias en una fuente de riqueza e ingresos para la metrópoli. Para ello era necesario explotarlas con más eficacia y protegerlas de los extranjeros y de los propios habitantes del continente americano.

 

5.1. Las medidas administrativas

Con este objetivo fueron aprobadas una serie de medidas administrativas, que durante el reinado de Carlos III intensificó José de Gálvez, funcionario real en las Indias y después ministro (1775-1787):

- La remodelación administrativa que marginó a los criollos. A mediados del siglo XVIII, los criollos monopolizaban los principales puestos de la Administración colonial. Se paralizó la venta de cargos a los criollos y se enviaron funcionarios españoles para que se ocuparan de la Administración. Se creó, además, un nuevo puesto, el intendente para América, ocupado generalmente por españoles, que reemplazó a los antiguos gobernadores, corregidores y alcaldes mayores.

También se instituyeron unidades administrativas más pequeñas, los nue­vos virreinatos, segregados del de Perú, que permitían un mayor control político y fiscal.

- La revitalización de la inmigración en la segunda mitad del siglo XVIII, que proce­día ahora del norte de España: vascos, asturianos y gallegos. Muchos de ellos controlaron el comercio, se vincularon con la burocracia administra­tiva, adquirieron títulos de nobleza y entraron a formar parte de las élites gobernantes.

- El debilitamiento de la posición de la Iglesia.

La expulsión de los jesuitas tuvo tanta inciden­cia en América como en España; muchos de ellos eran criollos y su poder económico era muy grande.

En algunas regiones, como Paraguay, los jesuitas controlaban a los indígenas y habían formado un enclave casi independiente (las reducciones) que había provocado incidentes diplomáticos entre España y Portugal.

- La creación de un ejército permanente. Se tra­taba de disponer de fuerzas de defensa contra los intrusos extranjeros, británicos sobre todo.

Como España no podía suministrar suficientes tropas, se permitió que los criollos y los mesti­zos se incorporaran al ejército.

- El incremento de la presión fiscal. Se elevaron los impuestos, y el Estado amplió su monopolio a productos como el tabaco, los aguardientes o la pólvora. Las visitas de funcionarios reales a las Indias permitían supervisar la implantación de estos nuevos impuestos. Como consecuencia, aumen­taron los ingresos del Estado, pero también el descontento de los criollos y, sobre todo, de los indios, que estaban sometidos a una doble explota­ción: la de las oligarquías locales y la de los impuestos.

- La represión de las revueltas. La expulsión de los jesuitas y las nuevas medidas administrativas y fiscales provocaron disturbios. Los conflictos más importantes fueron los de 1780-1783. Se iniciaron en Nueva Granada con la protesta de criollos y mestizos, los llamados Comuneros del Socorro, contra los impuestos. En Perú y Bolivia se convirtieron en una revuelta de indígenas.

 

5.2. Las medidas comerciales

Se intentó revitalizar el comercio con el objetivo fundamental de hacer de América un centro exportador de materias primas e importador de productos industriales españoles, creando un mercado colonial para la economía española. Era imprescindible eliminar la competencia extranjera en el área, acabar con la industria de las colonias para que estas se abastecieran de manufacturas fabricadas en la península y suprimir el monopolio de Sevilla y Cádiz en el comercio con las Indias, permitiendo que en los intercambios comerciales intervinieran otros puertos y regiones españolas. Por este motivo se llevaron a cabo las siguientes medidas:

- Se trasladó la Casa de Contratación desde Sevilla a Cádiz (1717), ciudad que se consideró más adecuada para gestionar la Carrera de Indias.

- Se autorizó a compañías comerciales para que explotasen en régimen de monopolio algunas áreas y productos coloniales. Tal fue el caso de 1as Real Compañía Guipuzcoana de Caracas (1728), que obtenía cacao en Venezuela.

- Se combatieron las intromisiones comerciales y el contrabando de otros países, especialmente del Reino Unido. Se logró la supresión del mono­polio del tráfico de esclavos concedido a los británicos en la Paz de Utrecht, así como del navío de permiso.

- Se extendió notablemente el método de navíos de registro, que sustitu­yeron a las flotas y convoyes que eran blanco frecuente de los ataques británicos.

- Se suprimió el monopolio gaditano, aumentando progresivamente el número de puertos españoles que podían comerciar con puertos americanos.

 

6. La Ilustración en España

          La Ilustración es la corriente de pensamiento que se difundió por Europa en el siglo XVIII y que constituyó, en el caso de España, la base intelectual de las reformas llevadas a cabo por los primeros Borbones, especialmente por Carlos III. Para la mayoría de los seguidores de la Ilustración (los ilustrados), la monarquía y, por tanto, el Estado debía ser el motor de la modernización del país. Los rasgos más característicos de esta ideología son los siguientes:

- El empleo de la razón y la crítica como método de análisis y mejora de la sociedad española.

- El fomento de la economía nacional (agricultura, industria y comercio), considerada un medio imprescindible para promover los necesarios cambios sociales, aumentar el bienestar general y fortalecer el poder de la monarquía.

- El desarrollo del conocimiento científico y de la educación como base del progreso técnico y económico.

- La difusión, entre el mayor número posible de individuos, del progreso y la felicidad, meta última de la teoría y la práctica reformista e ilustrada.

Esta corriente de pensamiento pretendía reformar el sistema económico, social y político del Antiguo Régimen; lo que consiguió fue, sin embargo, acuñar ideas y programas que, ya en el siglo XIX, acabaron con las ideas ilus­tradas. Estas se exportaron posteriormente a América del Sur, donde impulsa­ron la emancipación de las colonias.

La Ilustración dispuso de una serie de canales de difusión, algu­nos oficiales, que fueron creados por iniciativa de particulares y luego impulsados por el Estado. Entre ellos destacaron las Acade­mias (Real Academia Española (1713-1714), la Academia de la Historia (1735-1738) y la Acade­mia de Bellas Artes de San Fer­nando (1744)), las instituciones de enseñan­za superior, las Sociedades Econó­micas de Amigos del País y los consulados.

Los primeros ilustrados españoles (Feijoo, Olavide) se preocupan por la decadencia de España, buscando sus causas y planteando la necesidad de llevar a cabo reformas. Durante la época de Carlos III aparece una nueva generación de ilustrados, más en contacto con Europa y apoyados por el Rey.

La idea central de los ilustrados españoles fue elevar el nivel cultural del país, para superar el atraso y conseguir el progreso. Feijoo, Jovellanos…plantearon la reforma y generalización de la enseñanza, bajo el control del Estado (no por la Iglesia).

Para mejorar la situación económica se crearon instituciones como las Academias, Sociedades Económicas de Amigos del País, consulados…

La más importante fueron las Sociedades Económicas de Amigos del País, que aparecieron por todo el país, y cuya misión era fomentar la agricultura, el comercio y la industria, traducir y publicar libros extranjeros, impulsar la enseñanza de las ciencias con aplicación práctica. Mediante ellas se extendieron las ideas de la fisiocracia y del liberalismo desde mediados del XVIII.

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